Hurgar en el baúl de los viejos recuerdos de nuestra mente puede ser contraproducente, como cuando encuentras, ordenando el armario, aquella vetusta caja llena de objetos que en su momento fueron importantes, la cadenita de oro con la mitad de un corazón, cuyo colmo seguramente guarda él, quién fue tu complemento para entonces, hasta que sucedió, lo que tenía que suceder, las cartas de amor escritas con letra temblorosa de un púber despertando a nuevos sentimientos y sensaciones, y que hoy lucen amarillas y a punto de extinguirse, el envoltorio dorado del chocolate cedido a la niña más popular, por lo menos para el ofertante, el llavero que te trajo del viaje con sus padres a Huatulco o alguna playa exótica, en fin, objetos innumerables que nos remontan a tiempos pasados y recuerdos varios,¡de igual manera son valiosos! pero no pasaría nada si cambian su residencia al bote de basura, después de todo no los necesitamos para acordarnos de alguien o de algo, las cosas siempre están ahí, en nuestra mente, en nuestro sentir, basta con provocar un acto “invocatorio” intencional, o esperar a aquellos que suelen llegar cuando menos se les requiere, el caso es que los momentos, son así: impredecibles, caprichosos e inoportunos, con su encanto y desencanto, ¡Claro!
¿Quién les pondría de nombre “momentos”? si lo que menos son es eso, momentos, por el contrario, duran por siempre, son tan eternos como nosotros lo queramos, tienen el don de ser trasmitidos a otros, quienes seguramente los reciben y los hacen suyos o gozan comentándolos, otra característica peculiar es que suelen ser más intensos y enriquecedores cuando se les evoca, que en el mismo instante en que suceden, después de todo el ser humano es así, el presente le es más importante cuando ya es pasado. Bien dice aquél viejo y conocido refrán utilizado por años por una compañía dedicada a la venta de cámaras fotográficas, y no por el Chapulín Colorado, ¡Recordar es vivir! Cuánto de cierto encierra éste cliché, o será que ya estamos en la edad en donde sólo vivimos de los mismos, en fin.
La transmutación resulta en recuerdos, memorias, remembranzas, suspiros, evasiones y demás modos, al final todos llegamos a lo mismo, por ello lo de contraproducente, pues sólo nos sitúan en nuestra realidad para entender por enésima vez, además de que estamos gordos y calvos (los hombres) que la vida se va “volando”, que dejamos muchas cosas por hacer y decir, hoy entendemos que el valor es algo preciado, pero en tiempos de tanta inconsciencia e inmadurez, hasta decirle a la niña de tus sueños lo que significaba para ti, requería de algo más que ser osado, para entonces no vendían huevitos kínder, ¡acuérdense! Pero seamos positivos y no pensemos en que ya nada se puede hacer, todo lo contrario, basta con recordar y ponerle color a todo lo que nos queda por hacer, vivir y compartir, después de todo tenemos una herramienta de gran valía… ¡los momentos! Como todos aquellos que pasé junto a Ustedes,
GENERACIÓN 85
Nicolás Soto 13/07/2010
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